lunes, 7 de mayo de 2012

La señora presidenta se suelta la melena

La señora Aguirre se despachó a gusto en el congreso del PP madrileño. No tiene pérdida tanto los despropósitos que dijo como la forma y el tono chulesco y prepotente con que lo dijo, que, por otra parte, es marca de la casa. Es de agradecer que ocasiones como ésta estén presentes las cámaras porque, aunque a ella le interesa que le vean sus huligans para levantarles el espíritu guerrero, también nos permite a los demás contemplar cómo se quita la máscara. Desde su absolutismo parlamentario poco menos que pidió que quitasen a esa chusma de las calles y para qué demonios sirven ya los sindicatos si sólo saben degradar la imagen de España porque se dedican a montar algaradas. La gente que está manifestándose en la calle son obreros, señora presidenta, que están ejerciendo un derecho democrático a manifestarse pacíficamente y con los debidos permisos solicitados. A no ser que el ser obrero con el puesto de trabajo titubeando o parado sin recursos sea para usted sinónimo de chusma. Cuando los suyos un año tras otro por cualquier motivo salían por las calles vociferando, agrediendo, insultando a los gobernantes y enarbolando banderas e insignias franquistas o falangistas, no eran chusma sino buenos ciudadanos y estaban colaborando a dar una buena imagen de España para que los mercados confiaran en nosotros. Hace falta cinismo.

Esto solo fue empezar, luego tenía que venir la perorata de rigor sobre las medidas y reformas que son las que dicen ellos y nada más. Claro, que los demás partidos y esos sindicatos les han dejado solos porque son unos irresponsables, sobre todo los socialistas que dejaron el presupuesto hecho unos zorros y ya no hay Dios que lo enderece. Pero ante esta catastrófica situación, Esperanza marcó el camino claro para sacarnos de esta: la bandera nacional de España, todos unidos bajo la bandera. Más claro el agua: ordeno y mando, bandera, fuera sindicatos, fuera manifestaciones, fuera autonomías... ¿Qué le falta señora presidenta, llamar al ejército, armar a sus huestes para que sacudan el felpudo a los rojos e indeseables? ¿A dónde nos quiere llevar usted? A todo esto, nos llaman la atención por la subida de Le Pain en Francia o de los neonazis en Grecia, mientras tenemos aquí elementos del mismo pelo y, encima, gobernando.


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