martes, 9 de octubre de 2012

A propósito de las elecciones vascas

Llega con esto de las elecciones uno de esos momentos en el que los políticos se lanzan a por todas. Son capaces de perder toda perspectiva coherente,  se marcan unas consignas y nos lanzan unos proyectos, cuando no prometen el oro y el moro, que nos hacen dudar de todo por lo increíbles y cargantes que resultan a estas alturas. Pueden perder la memoria de lo que han dicho o han hecho ellos en persona, o los partidos a los que representan, en épocas anteriores, sobrevolando por encima de sus propias contradicciones con un cuajo que resulta insultante para cualquier inteligencia media de la ciudadanía. Hasta pretenden erigirse en los únicos salvadores o benefactores con el único argumento de que los demás son malos de remate o un atajo de inútiles que solo nos llevarán al desastre.

Hoy me quiero fijar en la campaña que está haciendo el partido popular porque, a mi modesto entender, lleva unas buenas dosis de perversión tanto en su transfondo como en su discurso. Es ya cargante que su lema principal esté basado en el miedo y vaya acompañado de un serie de consignas  basadas en tópicos o en medias verdades que ni se pueden demostrar ni se pueden negar. Es partir de entrada con el juego sucio en la papeleta, lo que ya, más que insultante, resulta ser repugnante. Nos quieren colar como antídoto a las perversas consecuencias del nacionalismo vasco el nacionalismo español, disfrazado de opción constitucional. Y todo ello, según palabras de Basagoiti, para equilibrar la balanza de fuerzas y evitar la fractura en el país, porque el PNV caería si no en las fauces de los independentistas. Le parecerá poca fractura la que están, y han estado, provocando con sus posturas maximalistas.

Para colmo del cinismo le he escuchado decir en una entrevista televisada al candidato del PP vasco, que puede ofrecer sus votos al partido nacionalista después de las elecciones. Claro, que con algunas condiciones como, por ejemplo, que no se hable de independencia, ni de referendum ni nada que huela a autodeterminación. Eso sí, solamente iba a ofrecer sus votos para potenciar la industria, la economía productiva y para eliminar el paro sobre todo de los jóvenes cualificados. Desde qué púlpito nos habla este señor, si su partido ha sido el principal promotor de la economía especulativa, de llenar España de ladrillo y hormigón, de la burbuja inmobiliaria y de cajas de ahorros repletas de corruptos. Aún hoy en día les ha faltado tiempo para eliminar la ley de protección de costas. Una jugada perfecta que busca preservar las reservas de los suyos y pretende terminar de construir los cuatro palmos de costa que quedan vírgenes.

No he hecho este descargo de indignación porque me considere totalmente contrario, que lo soy, a los planeamientos y a la política del PP. Lo hago porque ya es hora de que los políticos o sus asesores, sean del color que sean, no nos tomen por imbéciles. Ya les quedan pocas motos que vender y sería conveniente que se preocupen de lo que interesa a los ciudadanos y cambien esos discursos de los que ya estamos astragados y que solamente colaboran en alejarles de la ciudadanía, cosa que ya les empieza a preocupar.

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