martes, 11 de marzo de 2014

11 M. Día contra el fundamentalismo.


El fundamentalismo religioso se ha llevado por delante muchas vidas y sigue inmolando víctimas con los motivos más absurdos. Ha inventado inquisiciones en todas las religiones, ha abusado de la ignorancia de los más humildes, ha provocado y sigue generando guerras o terrorismos. El fundamentalismo religioso impide la relación auténtica de la persona con Dios, porque solamente adoctrina y crea seguidores ciegos e incondicionales a sus consignas.

El fundamentalismo político hace prevalecer una ideología única persiguiendo y eliminando a todo y a todos los que se desvíen de ella. Se asienta sobre dictaduras o nacionalismos exacervados, destruye la cultura, sirve a los intereses de los que se han montado en el poder y se olvida del servicio a la ciudadanía. El fundamentalismo político también ha desarrollado sus propias inquisiciones, ha hecho purgas, ha cercenado las libertades públicas y ha provocado odios y guerras para justificar y defender su estatus.
 El fundamentalismo étnico ha cometido auténticas racías y crímenes contra la humanidad, llegando a límites insospechados con sus aberraciones. Cuando se unieron estos dos fundamentalismos se hizo visible la versión más terrorífica del infierno en el medio de Europa.

El fundamentalismo economicista sigue provocando cíclicamente crisis económicas a cual más despiadada. Destruye vidas y reduce a la miseria pueblos enteros, sin importarle lo más mínimo la vida o la dignidad de las personas. Se erige en un dios que necesita alimentarse de las miserias de inmensas mayorías para mantener la dictadura de los beneficios de sus mercados.
El fundamentalismo desarrollista se está comiendo el planeta pasando por encima del cambio climático, las selvas amazónicas, la chatarrería del espacio, el aniquilamiento de especies protegidas, la polución atmosférica, la falta de recursos, el hambre y la pobreza establecidas...

El fundamentalismo de todo signo es, ha sido y, si no lo remediamos, será una de las plagas que seguirá asolando la humanidad. El fundamentalismo ha sido y sigue siendo peor que la peste, que el cáncer o que el sida. El fundamentalismo sigue siendo una de esas asignaturas pendientes a las que la humanidad aún no hemos resuelto y, de este modo, nos sirve para percatarnos de que aún nos quedan muchos miles de kilómetros para avanzar en el progreso auténtico de los pueblos y de las personas.


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