jueves, 3 de julio de 2014

Días de monte 17

El pasado domingo, a pesar de que el tiempo era incierto, nos decidimos, por fin, a abordar el Gorbea. Juanjo tenía muy bien estudiados los planos y nos atrevimos a hacer la ascensión por la vertiente de Zeanuri. Subimos en el coche a un aparcamiento que está algo más arriba del embalse que hay en la zona y, a partir de ahí, bordeamos el Aldamin por su cara este. Esos parajes están llenos de refugios de montaña, por lo que las pistas están bien señaladas y pavimentadas. Nos fuimos encontrando con abundante ganado pero por esa vertiente y a esas horas no nos encontramos con el primer montañero hasta llegar al collado que separa el Aldamin del Gorbea. A partir de ahí nos engulló la niebla hasta regresar a esa misma altura. En el resto del trayecto tuvimos ratos de sol y momentos con nubes pero despejado.

Hacía muchos años, como veinte o más, que no volvía al Gorbea. Su tramo final se hizo algo más pesado de lo normal por el fuerte viento que daba de costado y por la niebla que no dejaba orientarse. Al llegar arriba nos encontramos con un par de grupos que resultaron ser alaveses y que tuvieron a bien hacernos unas fotos. Tuve que ponerme el chubasquero nada más llegar a arriba, si no quería fenecer en el acto. Las manos se me quedaron congeladas, cualquiera podía prever que el día de S. Pedro había que llevar guantes. Me llevé una pequeña desilusión porque no pudimos disfrutar del extenso panorama que se domina desde la cumbre. El mapa en piedra que explica la visión está roto.

Hicimos la bajada por la vertiente de las campas de Arraba, que se me antojó mucho más incómoda que la de subida, por aquello de hacer un recorrido circular. Recuperamos fuerzas dando buena cuenta de nuestras viandas, al lado de una fuente cuyo nombre no recuerdo. Al llegar a Egirinao un cartel nos desviaba a la derecha abandonado el camino de las campas, pero nos costó dar con el arranque de la senda porque nos mandaba a una cortante.
Esta senda recorre la base del paredón del Aldamin a la inversa, de oeste a este, por lo que el espectáculo fue grandioso. El recorrido está sumergido en una vegetación exuberante hasta llegar de nuevo a los refugios. En este último tramo tuvimos más ratos de sol, lo que vino de perillas para entonarnos. Fue un hermoso final de temporada y, a pesar de la niebla, lo disfrutamos de verdad, de lo que doy fe.

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