jueves, 9 de octubre de 2014

La Lobera de Wert

El ministro de Educación del nuevo gobierno de Suecia, impulsará una nueva ley para subir la edad de la educación obligatoria de los 16 años actuales a los 18. Igualmente aumentará el salario de los profesores y disminuirá el número de alumnos por aula. "No podemos transmitir a nuestros jóvenes la idea de que encontrarán trabajo si no tienen una potente formación". Nos encontramos ante un plan que es diametralmente opuesto a los nuevos planes impuestos por el absolutismo parlamentario del Partido Popular. Puede que todos los términos del plan expuesto por el ministro sueco no tengan que ser necesarios para el objetivo que propone al final. Puede que se diga que decisiones de ese tipo conllevan un presupuesto más que considerable, y que no están las cosas para ese nivel de gastos. Sin embargo, debajo de esa declaración de intenciones podemos descubrir una forma de abordar la situación de crisis actual alternativa al purgatorio que nos están haciendo pasar aquí. Es probable que los suecos cuenten con una economía menos deteriorada que la nuestra, pero no se libran de la crisis por la que se está pasando en la zona. Se cuente con mucho presupuesto o se cuente con poco, lo importante es a que se da prioridad a la hora de hacer los presupuestos. El PP entiende que la educación es un gasto y corta por lo sano. El nuevo gobierno sueco la considera una inversión para resolver la salida del futuro de las generaciones jóvenes, que es a su vez el del país. No se puede dejar éste en manos de unas generaciones desmotivadas, mayoritariamente mal formadas o sin cualificación alguna. 

Las escasas expectativas de empleo no ayudan a motivar la cualificación o los estudios superiores, a lo que hay que añadir que la cacareada mejora en el empleo solo hace referencia a contratos de corta duración, sin ser de jornada completa y con unos salarios al nivel del mínimo interprofesional, que es, a todas luces, una manera de generar trabajadores empobrecidos y sin recursos para mantener una familia. Previamente se había dejado a los trabajadores sin los recursos legales de protección y sin los convenios colectivos, por lo que a lo poco que pueden aspirar los privilegiados, que aún mantienen el puesto de trabajo, es a que no les rebajen más el sueldo. Es en este contexto donde hay que encuadrar los planes de enseñanza que está imponiendo el gobierno, que sí tiene un gran plan para la sociedad, debidamente camuflado con la crisis: desmantelar los servicios públicos, destruir empleo público, crear una gran masa de trabajadores necesitados que se tengan que agarrar a cualquier miseria que se les ofrezca... Para este tipo de sociedad fragmentada, al que nos están llevando impunemente, se programa una educación netamente elitista, camuflada bajo la búsqueda de la excelencia, pero reservada, en realidad, a las clases pudientes que la pueden pagar, y orientada a formar a las nuevas élites del futuro, en el que las diferencias sociales se habrán agrandado aún más. El resto de la población que se las arregle como pueda, tengan el talento o las capacidades que tengan.


Es así como, en el nuevo currículo de la enseñanza obligatoria, se va haciendo una criba implacable y, en vez de procurar apoyos a los más débiles, se les va apartando del proceso normal y se les  conduce a un callejón sin salida. Cuando llegan a los 18 años se encuentran sin oficio ni beneficio y, no pocos, con un nivel de analfabetismo funcional alarmante. O sea, me imagino ese callejón al estilo de las antiguas loberas que proliferaron en nuestros montes y de los que aún quedan restos. Al final de sus muros, preparados en forma de embudo, el lobo se encontraba con un foso donde esperaban escondidos los cazadores y del que no había salida. En estos momentos se están ampliando unos muros de los que será casi imposible salir y, al final, esos jóvenes se van a encontrar con un foso en el que solo cabe esperar el fracaso y, posiblemente, la pobreza y la exclusión. He aquí un buen plan para asegurar el nuevo tipo de trabajadores que se precisan: los que no van a tener otra que aceptar lo que sea y en las condiciones que sea y, aun así, puede que no les dé ni para sobrevivir. Creo que el gobierno, dentro de sus previsiones, no ha calculado qué margen de actuación les va a quedar cuando la cantidad de miseria que se vaya acumulando en el foso supere sus muros y a las organizaciones humanitarias, tanto laicas como religiosas, no les lleguen ya los paños para enjugar tantas lágrimas.


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