martes, 14 de junio de 2016

¿Y ahora qué?

Después de lo visto en el debate de los señores encargados de la economía de cada partido y del de los cabeza de lista, nos puede quedar la ligera impresión de estamos en el 19 de diciembre del pasado año y que estos meses de distancia han sido un mal sueño lleno de pesadillas, muy pesadas por cierto. Y es que seguimos oyendo lo mismo: las mismas propuestas -más o menos creíbles-, los mismos reproches, las herencias, Grecia, los mismos rifirrafes, la pinza... 

Dice el refrán que a la tercera va la vencida, pero en este caso no se sabe si se vencerá para el lado de un gobierno nuevo o para volver a votar. Es curioso, lo primero que dijeron solemnemente es que habría gobierno y no sé por qué me ha quedado la impresión de que no se lo creen ni ellos. El señor Sánchez da a entender que va a sacar mayoría absoluta y no admite pareja de baile. El señor Iglesias le echa los tejos al señor Sanchez y ni caso. El señor Rivera se pone a dar lecciones a diestra y siniestra y acaba incomodando a todos. El señor Rajoy, como era de esperar, recibe impertérrito más palos que una estera, marcando su posición a golpe de triunfalismos y partiéndose de risa al ver que los que le pueden echar del sillón anda a palos entre ellos.

Resumiendo: Rajoy necesita a Rivera para poder formar gobierno y éste le dice que primero se tiene que ir porque huele mal; Sánchez necesita a Iglesias pero le desprecia -o le tiene miedo- porque le enfadó mucho que no le dejara gobernar en diciembre; Iglesias tendrá que contar con Sánchez si en las elecciones saca más diputados que él, pero no sabe si le va a seguir dando calabazas; Rivera se deja querer haciéndose el moderado y está a la que salta por pillar. Ah, de la gran coalición ya ni se habla. 

Está resultando sumamente difícil pasar de la España a dos velocidades a la de cuatro o más. Parece ser que la caja de cambios no da para más y no se sabe si va a seguir rascando o va a saltar por los aires. No sería justo meter a todos los dedicados a la política en el mismo saco de la desconfianza del personal, pero en estos momentos se lo están ganando a pulso. Lo peor es que tendremos que votar, porque abstenerse -que ganas no nos faltan- puede ser más contraproducente. Y habrá que decir lo de los toreros "que Dios reparta suerte" porque lo tenemos claro...

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